Después de casarse, Keiko todavía quería ayudar a la gente, por lo que decidió trabajar como empleada doméstica. Desafortunadamente, rompió el precioso jarrón del propietario. La compensación podría ascender a 10 millones de yenes, una cifra enorme para ella y su marido. Pero Hirokazu, el hijo del propietario, dijo que no tendría que pagar si aceptaba a cambio de su propio cuerpo. Y a partir de entonces ella inmediatamente cayó en sus manos. Cumple todas sus demandas, deja que pisotee su cuerpo. Y después de un tiempo de investigación, descubrió que este jarrón solo vale 2000 yenes y se puede comprar fácilmente. Sin embargo, el placer que le traía su enorme polla era algo que su marido no podía darle. Ella voluntariamente le ofreció su cuerpo, convirtiéndose en su esposa cuando su marido no estaba presente...
